El pibin lee despacio, va aprendiendo.
La maestra lo guía, pone su corazón cada día.
En su casa piensa métodos lúdicos, debate con colegas, estrategias para la lectura. Concurre a simposios, conferencias, capacitaciones.
Inventa juegos, busca textos, lee, cuenta cuentos, sugiere titiriteros o narradores.
Al pibin le cuesta, en su casa nadie lee, los libros son para nivelar las patas de la mesa o para caretear una biblioteca pintoresca.
La maestra habla con mamás, apuntala, se rompe el alma y la cabeza, porque sabe que leer es la piedra fundacional del crecimiento intelectual, moral y ético. Leer comprendiendo.
La maestra fugazmente baja los brazos y retoma su lucha inevitablemente. Sigue creyendo cada jornada, desde el fondo de su ser, desea que todos sus pibines aprendan a leer comprendiendo.
Ella sueña que en el ultimo minuto de su vida, en la exalación final , sueña con la certeza q todos hayan egresado sabiendo leer y comprender.
O se conforma con que uno solo lo haya entendido.
La Seño, sería plenamente feliz, daría todo su vida, todo el dinero del mundo a cambio de que sus pibines sean buenos lectores.
No debe existir en la faz de la tierra, ni en ningún recoveco del espacio infinito, ese orgullo docente de ir con la frente alta y el pecho hinchado de saberse formador de pibines críticos, independientes, libres y cultivados.
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